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El Santo de los Periodistas nace en Zdunska-Wola
(Polonia) el 7 de enero de 1894. Lo bautizan con el nombre de
Raimundo.
Su familia es de tejedores. Vivieron en la
pobreza, enfermando de tuberculosis. Dos de los cinco hijos mueren,
siendo niños aún.
Ingresa a la orden franciscana y allí cambia
su nombre por el de Maximiliano.
Su padre es fusilado en 1914 por los rusos.
Estudia en Roma obteniendo el doctorado en
filosofía y teología.
Es ordenado sacerdote en 1918.
Poco antes había fundado la milicia de María
Inmaculada, entre cuyos miembros estuvo el actual Papa Juan Pablo
II. Funda la Ciudad de la Inmaculada. |
Desarrolla una gran actividad periodística con dos
publicaciones: El caballero de la Inmaculada y un diario para obreros
llamado El pequeño diario.
Es enviado a Japón y allí funda en Nagasaki una
imprenta con una tirada de 15 mil ejemplares.
En 1938 inaugura una emisora radial. Cuando los nazis
invaden Polonia, destruyen la ciudad mariana y encarcelan al padre
Maximiliano por ser sacerdote católico. Es llevado al campo de
concentración de Auschwitz.
Allí ofrece su vida por la del prisionero Francisco
Gajowniczk.
Se lo condena a morir de hambre con 9 hombres más.
El sobrevive pero es rematado con una inyección letal. Muere el 14 de
agosto de 1941. Su cuerpo fue cremado, junto al de tantos otros.
Su madre, muere 5 años después como terciaria,
residente de las Hermanas Felicianas.
Su pensamiento
A veces, la vida es tan dura. Parece que estamos en
un callejón sin salida. No se perfora una pared con la cabeza Y la vida
es triste, dura, terrible a veces y desesperada.
¿Por qué? ¿es así tan terrible vivir en este
mundo?
Acaso ¿no lo sabe todo Dios? Acaso ¿ No es El
Omnipotente? ¿Acaso
no están en sus manos toda las leyes de la naturaleza e incluso todos los
corazones de los hombres?
¿Puede, quizás, suceder algo en el universo sin que El lo
permita?...Y si es El quien lo permite ¿Puede quizás permitir algo en
contra de nuestro bien, de un mayor bien, del máximo bien posible?...
Aun en el caso en que por un breve instante nosotros
recibiéramos una inteligencia infinita y lográramos comprender todas las
causas y los efectos, no elegiríamos para nosotros mismos nada distinto
de lo que Dios permite, porque, siendo infinitamente sabio, El conoce
perfectamente lo que es mejor para nuestra alma. Demás, siendo
infinitamente bueno, quiere y permite sólo lo que nos sirve para nuestra
máxima felicidad en el paraíso.
Entonces ¿Por qué a veces nos hallamos tan
abatidos?
Porque no vemos la relación que existe entre nuestra
felicidad y aquellas circunstancias que nos afligen; más aún, en razón
de las limitaciones de nuestra cabeza- ella entra sólo... en un gorro o
sombrero!- no somos capaces de conocer todo.
¿Qué debemos hacer, pues? Confiar en Dios. Mediante
tal confianza, aunque no comprendamos directamente las cosas, nosotros
damos a Dios nada menos que una gran gloria, porque reconocemos su sabiduría,
su bondad y su potencia.
Confiemos en Dios, pues, pero confiemos sin límites.
Nosotros confiamos que, si nos preocupáramos sólo por cumplir su
voluntad, no nos podrá suceder ningún mal verdadero, aunque tuviéramos
que vivir en tiempos mil veces más difíciles que los actuales. |